martes, 5 de noviembre de 2019

En un delicioso lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...

Para esta entrada quiero que os imaginéis en un ambiente del siglo XVII español: épocas de caballeros, un ambiente en el que el honor y la capa y espada estaban al orden del día, una nueva ideología contrarreformista surgiendo en el pensamiento de la sociedad y un arte y literatura que reflejaban la visión de ese mundo en esa época conflictiva y de crisis.

En esta época surgió la novela El Quijote: una novela escrita por el maestro de la literatura, Miguel de Cervantes, que parodia de los caballeros de la época con un fin cómico. Esta obra no sólo supuso un soplo de aire fresco a lo que estaba acostumbrada la sociedad de esa época, sino que también nos aporta una gran cantidad de información sobre esa época y que aún nos sigue divirtiendo cientos de años después de su publicación.

Muchos os estaréis preguntando qué tiene que ver El Quijote en un blog de una joven estudiante de nutrición. Pues bien, la respuesta es muy sencilla: la literatura nos aporta a los especialistas en mi área e historiadores mucha información sobre la alimentación de la época.
La primera vez que aparece en las novelas la mención del bacalao, la famosa olla podrida o el conocimiento de muchas comidas de las clases sociales altas son algunos datos que se mencionan en la obra.

Y aprovechando este contacto de la historia del Siglo de Oro con la alimentación, aquí os traigo una recetilla algo interesante sobre un dulce de cientos de años para que podáis acercar vuestro paladar a dicha época. ¡Espero que os guste!

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